La semana pasada hablábamos del peligro de las resonancias magnéticas.
Yo la verdad, les tengo bastante manía (y cuidado, que también son una maravillosa herramienta y uno de tantos prodigios de la ciencia y tecnología modernas)
Manía porque me hacen perder muuucho tiempo…
En ocasiones, la primera sesión con ciertos pacientes la tengo que dedicar casi exclusivamente a arrancarles esa resonancia de los dedos...
Y del cerebro…
Y es que vienen con la idea fija de que su problema es esa artrosis, o esa protrusión
…y tan centrados en la idea de que la única acción debe de estar encaminada a tratarlas a ellas.
Y claro, eso deja poco espacio a que la persona se abra a mirar a tomar consciencia…
Qué puedo yo hacer?
Cuál es mi papel en este problema?
Cómo lo vivo emocionalmente?
Cómo como?
Cómo duermo?
Qué actividad física realizo?
Con qué otras cuestiones de mi salud (digestivas etc…) puede estar relacionado?
Y como en FisioClinics, nos dedicamos a eso, a buscar, pues tengo que conseguir antes de nada dejarle las manos (y el cerebro) libres y si no les quito esa resonancia…
Pero bueno… que hoy no iba a hablar de mí y casi he consumido el mail…
Hoy quiero hablar de un tipo de víctima de este mundo de los diagnósticos.
Aunque suene extraño, he visto un buen número de ellos a lo largo de mi carrera.
Es la persona que entra en mi consulta con un carrito de la compra llenos de informes, radiografías, resonancias magnéticas y scanners, densitometrías, podometrías y otras tantas fias...
Por dónde empezar??
Es posible arrancarle todo eso y hacerle mirar en alguna otra dirección?
Francamente, nunca lo he conseguido...
Bueno, insisto, no son muchos casos, pero son la punta de un iceberg mucho más grande, el de aquellos que vienen a nuestra clínica asustados y agarrados una (su) resonancia magnética.
Bueno…
Si eres un@ de es@s…
Si necesitas que te saquemos esa resonancia del cerebro…
Si necesitas encontrar verdaderas causas y verdaderas soluciones…
Es por aquí:
Iñigo (suéltala) Junquera